La segunda- carta de Pedro se propone defender una determinada concepción de la escatología, la esperanza en la venida de Jesucristo (1,16), contra ciertos adversarios que la ridiculizan (3,4).
Después de la dirección y el saludo (1,1-2), recuerda los beneficios de Dios que permiten llevar una vida piadosa y tener la esperanza del reino eterno (1,3-11).
El apóstol Pedro, que así se nombra el autor de-la carta, insiste en recordarles tales cosas, y especialmente la promesa de la venida de Cristo, preanunciada por la transfiguración, de la que
fue testigo, e ilustrada por las profecías del AT (1,12-21).
Pasa luego a un ataque contra los adversarios en términos altamente retóricos (2,1-22). No los nombra, ni define claramente en qué consisten sus errores, sólo ataca su comportamiento. Por las alusiones se puede colegir que se trataba de un grupo sedicente cristiano, quizá apóstata, pues negaban al Señor" que los rescató (2,1.20-21). Es posible que fueran gnósticos, para quienes la redención suponía libertad de lo transitorio (2,19), que despreciaban a ciertos seres angélicos de naturaleza maligna (2,10), y que por vivir en la nueva edad no respetaban autoridad alguna (2,9b). Tal vez no creyesen en la escatología final por la creencia en la resurrección" ya efectuada, como no era raro en otros círculos (2 Tim 2,18). Algunos de ellos apelaban a los escritos de Pablo (3,15-16).
El autor ataca ásperamente el libertinaje de sus costumbres tachando a sus reuniones de francachelas» (2,13) Y a ellos de libertinos {2,14.18) y de ávidos de dinero (2,3.14). Estigmatiza esta depravación con proverbios poco delicados (2,22) y le anuncia el castigo, usando clichés del A T (2,4-9).
Una vez desacreditados los adversarios, pasa al tema central de su carta, el retraso de la venida de Cristo (3,4). No la describe como una venida que transforma el mundo, ni como el reinado de Dios sobre su creación, ya libre de enemigos, sino como la destrucción total de la realidad presente (3,11-13).
Por eso el autor no concibe la venida de Cristo como el triunfo y reconocimiento universal del Hijo de Dios; sólo subraya la idea del premio de los justos (1,11) Y del castigo de los impíos (3,7). De ahí que la cruz y la resurrección no se mencionen en la carta.
2 Pe es un escrito defensivo, circunstancial, en mayor grado aún que las pastorales; pone ante los ojos un caso particular de controversia, de las muchas que jalonaron el camino de las primeras generaciones cristianas.
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