sábado, 11 de mayo de 2013
sábado, 2 de junio de 2012
CAPÍTULO 3. EL RETRASO DE LA PARUSÍA.
3 1Ésta es ya, amigos, la segunda carta que os
escribo. En las dos os refresco la memoria, 2para que vuestra mente sincera
recuerde los dichos de los santos profetas de antaño y el mandamiento del Señor
y Salvador comunicado por vuestros apóstoles. 3Sobre todo tened presente que en
los últimos días vendrán hombres que se burlarán de todo y que procederán como
les dicten sus deseos. 4Esos preguntarán: «¿En qué ha quedado la promesa de su
venida? Nuestros padres murieron y desde entonces todo sigue como desde que
empezó el mundo». 5Estos pretenden ignorar que originariamente existieron cielo
y tierra; con su palabra, Dios los sacó del agua y los estableció entre las aguas;
6por eso el mundo de entonces pereció inundado por el agua. 7y por esa misma
palabra, el cielo y la tierra de ahora están reservados para el fuego, guardados
para el día del juicio y de la ruina de los impíos.
8pero no olvidéis una
cosa, amigos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
9No retrasa el Señor lo que prometió, aunque algunos lo estimen retraso; es que
tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, quiere que todos
tengan tiempo para enmendarse. 10El día del Señor llegará como un ladrón, y entonces
los cielos acabarán con un estampido, los elementos se des integrarán abrasados
y la tierra y lo que hace en ella desaparecerán.
11 En vista de esa desintegración
universal, ¿qué clase de personas deberéis ser en la conducta santa y en las prácticas
de piedad, 12mientras aguardáis y apresuráis la llegada del día de Dios?
Ese día incendiará los cielos hasta desintegrarlos, abrasará los elementos hasta
fundirlos. 13 Ateniéndonos a su promesa, aguardamos un cielo nuevo y una
tierra nueva en los que habite la justicia (Is 65,17; 66,22). 14Por eso, amigos,
mientras aguardáis esto, poned empeño en estar en paz con él, libres de mancha
y defecto.
15Considerad que la paciencia de Dios es nuestra salvación, como os escribió nuestro
querido hermano Pablo con el saber que Dios le dio. 16En todas sus cartas habla
de esto; es verdad que hay en ellas pasajes difíciles, que esos ignorantes e
inestables tergiversan, como hacen con las demás Escrituras, para su propia
ruina.
17 Así pues, amigos,
vosotros estáis prevenidos; estad en guardia para que no os arrastre el error
de esos hombres sin principios y perdáis pie. 18Creced en el favor y el conocimiento
de nuestro Señor Jesús el Mesías, a quien sea la gloria ahora y hasta el
día eterno, amén.
EXPLICACIÓN.
1-18. La segunda
carta, probable alusión a 1
Pe. En los escritos del género «testamento» no solía proponerse nueva doctrina,
se insistía sobre lo conocido (1). El autor vuelve al tema de la venida, tratado
en 1,16 y vuelve a apoyarse en las dos categorías -profetas y apóstoles- mencionadas
en aquel pasaje (1,17-19) (2). La creencia en un fin inminente o próximo es .propuesta
como el gran motivo para la moralidad de la conducta; de ahí la cuestión: ¿en
qué ha quedado la promesa de su venida? La venida puede referirse a la de Jesús
o a la del Día del Señor, es decir, al juicio y fin del mundo. El hecho de que
muchos cristianos hayan muerto sin verla parece desacreditar al cristianismo; el
mundo sigue su curso de siempre (4). El autor responde en términos muy generales.
Los que se burlan tienen una falsa concepción de los hechos. En primer lugar, quiere
probar la realidad de la venida: El diluvio fue ya un preliminar del juicio
definitivo que tendrá lugar al fin de los tiempos; éste será el segundo acto, aunque
no por medio del agua, sino del fuego (5-7).
El segundo argumento
se refiere al momento de la venida y es de hechura más filosófica: para el
Señor un día es como mil años y mil años como un día (cf. Sal 90,4). El argumento
resulta una escapatoria y, en todo caso, quita fuerza a la inminencia de la expectación. El autor pretende,
por un lado, acallar a los que se burlan de la falta de cumplimiento de la promesa,
pues nadie puede medir el lapso de tiempo señalado por Dios; por otro lado,
piensa que Dios puede acortar ese tiempo a su arbitrio (8-10). No habla de signos
precursores, cf. 2 Tes 2.
Consecuencias morales
que se derivan de la expectación del mundo nuevo (Is 65,17; 66,22) (11-13). La paciencia de
Dios (15), cf. Rom 2,4. La
oscuridad de algunos pasajes de Pablo no hace que el autor considere su profundidad,
sino sólo el peligro que representan (14-16). Exhortación final (17-18).
CAPÍTULO 2. INVECTIVA CONTRA LOS FALSOS DOCTORES.
2 1No faltaron falsos profetas
en el pueblo judío; y lo mismo entre vosotros habrá falsos maestros que
introducirán bajo cuerda sectas perniciosas; por negar al Señor que los
rescató, se acarrean un rápido desastre. 2Muchos los seguirán en su libertinaje
y por ese motivo el camino verdadero se verá difamado. 3Llevados de la codicia,
os explotarán con discursos artificiosos. Pero hace mucho tiempo que su sentencia
no huelga y que el desastre que les espera no pega ojo.
"Dios no perdonó
a los ángeles que pecaron; al contrario, los precipitó en las lóbregas
mazmorras del infierno, guardándolos para el juicio. Aunque puso al seguro a
ocho personas, contando a Noé, el pregonero de la rectitud, tampoco perdonó a
la humanidad antigua: al contrario, mandó el diluvio sobre aquel mundo de
impíos. 6 A las ciudades de Sodoma y Gomorra las condenó reduciéndolas a
ceniza, dejándolas como ejemplo a los impíos del futuro. 7pero salvó al justo
Lot, atormentado por la desenfrenada conducta de aquella gente nefanda; 8aquel
justo, con lo que veía y oía mientras convivía con ellos, día tras día sentía
despedazarse su espíritu recto por sus obras inicuas. 9Sabe el Señor sacar a
los piadosos de la prueba, a los culpables en cambio sabe idos castigando,
guardándolos para el día del juicio. 10Sobre todo, a los que se van tras los
deseos infectes de la carne y menospreciaron toda autoridad.
11Temerarios y
suficientes, maldicen sin temblar a seres gloriosos, mientras los ángeles,
superiores a ellos en fuerza y poder, no se atreven a echar una maldición
formal ante el Señor. 12Estos, al revés, son como animales, nacidos y
destinados a que los cacen y los maten, por maldecir lo que no conocen; y como
los animales morirán, 13cobrando daño por daño. Su idea del placer es la
francachela en pleno día. ¡Qué asco y qué vergüenza cuando banquetean con
vosotros, regodeándose en sus placeres!
14Se comen con los
ojos a las mujerzuelas y no se hartan de pecar; engatusan a la gente insegura,
se saben todas las mañas de la codicia y están destinados a la maldición. 15Se
extraviaron dejando el camino recto y metiéndose por la senda de Balaán de
Bosor, que se dejó sobornar por la injusticia. 16Pero tuvo quien le echase en
cara su delito: una acémila muda, hablando con voz humana, detuvo el desatino
del profeta.
17Son fuentes
agotadas, brumas arrastradas por la toro menta; las lóbregas tinieblas los
aguardan. 18Vocean pomo posas vaciedades y, atizando los deseos de la carne y
el desenfreno, engatusan a los que apenas empiezan a apartarse de los que viven
en el extravío. 19Les prometen libertad, ellos los esclavos de la corrupción:
pues cuando uno se deja vencer por algo, queda hecho su esclavo. 20Si después
de haber escapado de los miasmas del mundo, gracias al conocimiento de nuestro
Señor y Salvador, Jesús el Mesías, otra vez se dejan enredar y vencer por
ellos, el final les resulta peor que el principio. 21Más les habría valido no
conocer el camino de la rectitud que, después de conocerlo, volverse atrás del
mandamiento santo que les transmitieron. 22Les ha sucedido lo de aquel
proverbio tan acertado: «El perro vuelve a su propio vómito» (Prov 26,11) y
«cerda lavada se revuelca en el fango».
EXPLICACIÓN.
1-22. La prevención del AT contra los falsos profetas (cf.
Mt 7,15) la extiende el autor a los falsos maestros. Al principio habla de
ellos en futuro (habrá, introducirán), cf. 2 Tim 3,1-6; 1 Tim 4,1ss. No se
opone a ellos proponiendo argumentos contra la falsa doctrina que enseñan, sino
atacándolos por su mala conducta y precaviendo a los fieles contra el contacto
con ellos. Dado este procedimiento, no queda claro el carácter de las doctrinas
heterodoxas; las acusaciones que hace el autor: vida disoluta, codicia,
arrogancia, son demasiado genéricas.
Para su invectiva utiliza imágenes judías tradicionales: el
mito de los ángeles caídos, posiblemente inspirado en Henoc 10,4; 54,4.5 (4,
cf. Jds 8), el diluvio (cf. 1 Pe 3,18-20), Sodoma y Gomorra (cf. Jds 7), Lot (6·10),
Balaán (15, cf. Jds 11). El lenguaje es violento y retórico al mismo tiempo.
Termina con dos proverbios (22), el primero tomado de Prov 26,11, que,
aplicados rigurosamente, indicarían que la apostasía de los herejes era
inevitable.
CAPÍTULO 1.
1 1Simón Pedro, siervo y
apóstol de Jesús el Mesías, a los que han obtenido una fe de tanto valor como
la nuestra gracias a la equidad de nuestro Dios y salvador, Jesús Mesías.
2Crezcan vuestra
gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús Señor nuestro.
3Su divino poder, al
damos conocimiento de aquel que nos llamó con su divino esplendor y potencia,
nos ha concedido todo lo necesario para la vida y la piedad. "Con eso nos
ha concedido también los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, que
os permiten escapar de la corrupción que el egoísmo causa en el mundo y participar
de la naturaleza de Dios. 5Precisamente por eso poned todo
empeño en añadir a
vuestra fe la virtud, 6a la virtud el criterio, al criterio el dominio propio,
al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, 7 a la piedad el
cariño fraterno, al cariño fraterno el amor. 8Estas cualidades, si las poseéis
y van creciendo, no permiten ser remisos e improductivos en la adquisición del
conocimiento de nuestro Señor, Jesús Mesías. 9El que no las tiene es un cegato
miope que ha echado en olvido la purificación de sus antiguos pecados. 10Por
eso hermanos, poned cada vez más ahínco en ir ratificando vuestro llamamiento y
elección. Si lo hacéis así, no tropezaréis nunca, 11y os abrirán de par en par
las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador, Jesús el Mesías.
12Por eso nunca
dejaré de recordaros estas cosas, aunque ya lo sabéis y seguís firmes en la
verdad que llegó hasta vosotros. 13Mientras habito en esta tienda de campaña
creo deber mío refrescaras la memoria, 14sabiendo que pronto voy a dejarla como
me lo comunicó nuestro Señor, Jesús Mesías. 15Pondré empeño en que, incluso
después de mi muerte, siempre que haga falta tengáis la posibilidad de
acordaros de esto.
16Porque cuando os
hablábamos de la venida de nuestro Señor, Jesús Mesías, en toda su potencia, no
plagiábamos fábulas rebuscadas, sino, que habíamos sido testigos presenciales
de su grandeza. 17El recibió de Dios honra y gloria cuando, desde la sublime
gloria, le llegó aquella voz tan singular: «Este es mi hijo, mi amado, en quien
yo he puesto mi favor». 18Esta voz llegada del cielo la oímos nosotros estando
con él en la montaña sagrada. 19y nos confirma la palabra de los profetas, a la
cual hacéis muy bien en prestar atención como a lámpara que brilla en la
oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero nazca en vuestros corazones.
20 Ante todo tened presente que ninguna predicción de la Escritura está a
merced de interpretaciones personales; 21porque ninguna predicción antigua
aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios
movidos por el Espíritu Santo.
EXPLICACIÓN.
1-21 Remitente y destinatarios, sin precisión geográfica
(carta circular). Simón o Simeón, según los mss.; la forma hebrea/aramea
«Simeón», de sabor palestinense, sería un arcaísmo. Siervo y apóstol, cf.
Rom 1,1. La fe común confiere a todos los cristianos la
misma dignidad y los mismos privilegios; de nuestro Dios y Salvador Jesús
Mesías, bajo un solo artículo; cf. 1,11; 2,20; 3,2.18 (1). Saludo, cf. 1 Pe 1,2
(2). El documento comienza como una carta, pero no mantiene este carácter; de
hecho no hay saludos finales.
Divino esplendor y potencia, piedad, son expresiones que
pertenecen a las religiones helenísticas (3). El autor pone el elemento
distintivo de la vida cristiana en la expectación de una futura felicidad, que
se obtiene observando determinada conducta. La fe se concibe como una fuerte
persuasión que dirige la acción; se ve la vida moral como una semilla que va
creciendo mediante el esfuerzo; un paso lleva a otro, y cada paso se da
mediante la cooperación de la voluntad humana con la divina. La serie de pasos
que expone el autor tiene mucha semejanza con el «progreso» estoico, aunque se
encuentran enumeraciones parecidas también en la literatura judía. Escapar de
la corrupción y participar de la naturaleza de Dios era el ideal de muchas
filosofías del mundo griego (4-8). Los epítetos de v. 9 revelan la causa de la
improductividad y adelantan la invectiva contra los falsos maestros (cap. 2);
la purificación de sus antiguos pecados, referencia al bautismo (9).
Exhortación. El final del camino es el reino definitivo, que se sitúa más allá
de la muerte (10-11).
La carta se presenta como el testamento de Pedro, cuya
muerte se aproxima; esta tienda de campaña, cf. 2 Cor 5,2-5 (12-15).
Os hablábamos (16), el plural indica que no ha habido
necesariamente un contacto personal; se refiere a la enseñanza común que se les
ha trasmitido. Parece prevenir contra interpretaciones no literales de la
venida del Señor (fábulas rebuscadas). Alusión a la transfiguración, que, para
el autor, no representa más que una afirmación autorizada de la filiación
divina de Jesús (17-18). La Escritura es útil, pero también peligrosa (19-21).
viernes, 1 de junio de 2012
INTRODUCCIÓN. AUTOR Y FECHA.
La carta se presenta como el testamento del apóstol Pedro (1,1), que ve próxima su muerte (1,13-15); a lo largo de todo el escrito insiste sobre su identidad, presentándose como testigo ocular de la transfiguración (1,16-18), aludiendo a su martirio predicho por el Señor (1,14); menciona una carta anterior, de toda evidencia la primera de Pedro (3;1) y se coloca a nivel de Pablo (3,15). A pesar de esta insistencia, los autores suelen atribuir la carta a una época más tardía.
Un argumento de peso para ello es la dependencia de 2 Pe respecto a la carta de Judas en la que se inspira (cf. 1,15 con Jds 3; 1,12 con Jds 5; 3,2-3 con Jds 17-18; 3,14 con Jds 24). Pero donde más resalta la dependencia es en la comparación de 2 Pe 2,1-22 con Jds 4-16. Se usan los mismos ejemplos, el castigo de los ángeles (2,4; Jds 6), Sodoma y Gomorra (2,6-8; Jds 7), Balaán (2,15; Jds 11). Se echan en cara a los adversarios los mismos vicios, el desprecio a los ángeles caídos (2,10; Jds 8) -refutado con el mismo argumento, aunque 2 Pe evita la mención de un escrito apócrifo (2,11-12; Jds 9-10)- y el libertinaje (2,13; Jds 12). 2 Pe suprime la mención de los pasajes tomados de escritos apócrifos que aparecen en Jds 6,9.14-15. Si la carta de Judas se escribió en edad posapostólica, a fortiori 2 Pedro (véase la Introducción a Judas).
Otro argumento es la desilusión con la venida de Cristo y la ironía consiguiente. Aunque la carta trata de presentar a los falsos maestros como futuros (2,1; 3,3), se le escapa el presente (2,10.12-14) y aun el pasado (2,15.22). No se comprende cómo durante la época apostólica pudo surgir tal escepticismo (cf. Mc 9,1), ni que hubiera que recurrir a argumentos como el de 3,8.
Esto sugiere tiempos posteriores, cuando desapareció la primera generación sin que nada ocurriese; así en las cartas atribuidas a Clemente, primera (ca. 95) y segunda (ca. 150).
El mundo conceptual de la carta, además del estilo, dificulta la atribución a Pedro. El uso del término «virtud» (1,5), ajeno al vocabulario del NT (sólo en Flp 4,8, con referencia a paganos), la insistencia en el «conocimiento» o criterio (1,2.3.5.6.8; 3,18), la expresión metafísica «partícipes del ser (o «naturaleza») de Dios (1,4), el término griego «epoptai» (“testigos presenciales”) perteneciente a la lengua de los misterios paganos (1,16), la yuxtaposición de un proverbio de la Escritura con otro tomado del mundo helenístico (2,22), indican una época distanciada en que ha cambiado el léxico primitivo cristiano.
El autor conoce además una colección de escritos de Pablo (3,16), que no puede explicarse en vida de los apóstoles. Por todas estas razones no suele atribuirse la carta al apóstol.
Fue sin duda un discípulo cristiano de la primera mitad del s. II, que conocía la primera carta, quien quiso defender una antigua concepción escatológica frente a ciertos grupos gnósticos. Parece ser el escrito más reciente del NT.
Su canonicidad tardó en afirmarse. Orígenes en el s. III, Eusebio y Jerónimo en el IV la cuentan aún entre los escritos dudosos. Sólo en el S. V se la incluye definitivamente en el canon.
INTRODUCCIÓN. PROPÓSITO Y CONTENIDO.
La segunda- carta de Pedro se propone defender una determinada concepción de la escatología, la esperanza en la venida de Jesucristo (1,16), contra ciertos adversarios que la ridiculizan (3,4).
Después de la dirección y el saludo (1,1-2), recuerda los beneficios de Dios que permiten llevar una vida piadosa y tener la esperanza del reino eterno (1,3-11).
El apóstol Pedro, que así se nombra el autor de-la carta, insiste en recordarles tales cosas, y especialmente la promesa de la venida de Cristo, preanunciada por la transfiguración, de la que
fue testigo, e ilustrada por las profecías del AT (1,12-21).
Pasa luego a un ataque contra los adversarios en términos altamente retóricos (2,1-22). No los nombra, ni define claramente en qué consisten sus errores, sólo ataca su comportamiento. Por las alusiones se puede colegir que se trataba de un grupo sedicente cristiano, quizá apóstata, pues negaban al Señor" que los rescató (2,1.20-21). Es posible que fueran gnósticos, para quienes la redención suponía libertad de lo transitorio (2,19), que despreciaban a ciertos seres angélicos de naturaleza maligna (2,10), y que por vivir en la nueva edad no respetaban autoridad alguna (2,9b). Tal vez no creyesen en la escatología final por la creencia en la resurrección" ya efectuada, como no era raro en otros círculos (2 Tim 2,18). Algunos de ellos apelaban a los escritos de Pablo (3,15-16).
El autor ataca ásperamente el libertinaje de sus costumbres tachando a sus reuniones de francachelas» (2,13) Y a ellos de libertinos {2,14.18) y de ávidos de dinero (2,3.14). Estigmatiza esta depravación con proverbios poco delicados (2,22) y le anuncia el castigo, usando clichés del A T (2,4-9).
Una vez desacreditados los adversarios, pasa al tema central de su carta, el retraso de la venida de Cristo (3,4). No la describe como una venida que transforma el mundo, ni como el reinado de Dios sobre su creación, ya libre de enemigos, sino como la destrucción total de la realidad presente (3,11-13).
Por eso el autor no concibe la venida de Cristo como el triunfo y reconocimiento universal del Hijo de Dios; sólo subraya la idea del premio de los justos (1,11) Y del castigo de los impíos (3,7). De ahí que la cruz y la resurrección no se mencionen en la carta.
2 Pe es un escrito defensivo, circunstancial, en mayor grado aún que las pastorales; pone ante los ojos un caso particular de controversia, de las muchas que jalonaron el camino de las primeras generaciones cristianas.
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